Mandos intermedios: El mando.

Mandos intermedios: El mando.

Este es el segundo artículo que escribo al respecto de los mandos intermedios, el motivo es porque resulta una figura laboral importante, puesto que según su valía profesional y calidad humana, incidirá proporcionalmente en los resultados profesionales que pudiera dar el vigilante de seguridad y, en la opinión que el vigilante se haga de los mismos y por extensión, de la empresa prestadora de servicios de seguridad donde esté contratado.

Hace diez años, en junio de 2005, tuve la oportunidad de hacer el curso de mandos intermedios en seguridad privada, me resultó ameno, como todos los realizados anterior y posteriormente. Así que, desearía poder trasladar a mi blog de jefedeseguridad.es y compartir con vosotros una parte de este conocimiento que en su día tuve.

Lawrence J. Peter escribió en 1969 el «Principio de Peter», también conocido como El Principio de la Incompetencia. En él, hace la vida imposible a sus colaboradores, no genera valor para la organización, y sólo cosecha disgustos. Si no lo despiden a tiempo, su salud empezará a manifestar síntomas del «Síndrome de colocación final»: úlceras, dolores de cabeza, mala leche permanente, infartos etc. Tenemos que estudiar con detenimiento nuestras propias metas, y determinar cuál es el camino a seguir para lograrlas y vivir mejor. Como bien dice el Dr. Peter, el verdadero progreso es aquél que se consigue moviéndose «hacia adelante», no forzosamente «hacia arriba».

El mando intermedio es una figura laboral fundamental dentro de la jerarquía de la empresa. Por esto mismo, dicha figura requiere de conocimientos, habilidades y actitudes diferentes a las de décadas pasadas. Debe ayudar al vigilante a cumplir su cometido, instruyéndole.

En aquel curso que hice, hace una década, tal como escribí anteriormente, me enseñaron que “el mando intermedio es el nexo de unión entre estrategia y acción”. Y ciertamente es así, como también es cierto que no todos los inspectores de servicios ni jefes de servicios logran alcanzar ese fin. Estar subordinado a un superior jerárquico no implica sometimiento a él. Las órdenes no son exigibles si resultaran constitutivas de delito.

Organizar, supone asignar las funciones y responsabilidades para llevar a cabo los objetivos. Organizar también significa delegar. Un buen mando que delega debería conocer a las personas, tener interés en su desarrollo, tener confianza en ellas y tolerar sus errores respetando su autonomía y asumir la propia responsabilidad.

El mando debe conocer la capacidad, disposición, formación y forma de actuar del subordinado para aprovechar al máximo sus posibilidades. El trabajo en equipo es fundamental.

Como principios de la dirección, tenemos la unidad de mando. Un subordinado debe depender únicamente de un jefe, evitando así un conflicto de órdenes e instrucciones. Un buen mando no debe olvidar los distintos niveles jerárquicos, como un responsable de equipo, por ejemplo, para dar órdenes a los vigilantes de seguridad.

Los líderes eficaces pueden influir entre un 50% y un 70% en el clima de la empresa, que se traduce en un 30% de los beneficios. No es lo mismo autoridad, que liderazgo. Desafortunadamente pienso que detecto entre no pocos mandos intermedios, bastante autoridad y poco liderazgo.

Es interesante por lo tanto, lograr alcanzar una visión guiadora, tener las ideas claras de lo que se quiere, el por qué se quiere y adónde se quiere llegar. También es importante tener confianza, ésta se logra poco a poco. Solo se otorga cuando hay integridad y honestidad. Congruencia, coherencia entre lo que se dice y se hace.

Mentalidad abierta y audacia. La primera supone interesarse y aprender, ensayar cosas nuevas. Tener empatía. La segunda consiste en aprender de los errores y fracasos, tolerar la frustración.

El jefe administra, el líder innova.
El jefe imita, el líder es original.
El jefe conserva, el líder desarrolla.
El jefe controla y aprovecha el poder, el líder inspira confianza.

El buen mando intermedio no roba el éxito a su subordinado, lo reconoce. Rodearse de débiles y protegidos es síntoma de un mando débil. La ineptitud emocional de algunos mandos desalienta la motivación y el compromiso, fomenta la hostilidad y apatía, menoscabando el rendimiento de los vigilantes de seguridad.

Evidentemente esto no quita que el mando deba buscar siempre y exclusivamente en todo momento el consenso, en ciertas situaciones hay que recurrir a la autoridad, hay casos de algunos vigilantes de seguridad que necesitan este ejemplo para que funcionen y cumplan sus cometidos en esos ejemplos concretos que pudieran darse. De la misma manera que comprendemos que en situaciones puntuales y concretas, el vigilante de seguridad, debe actuar en alguna ocasión con la fuerza mínima indispensable ante un presunto hecho constitutivo de delito por parte de un sujeto que pierde el autocontrol convirtiéndose en una amenaza para sí mismo, terceras personas y la propia seguridad del vigilante.

Hace apenas un mes, escuché de un inspector de servicios decir en una charla a dos subordinados suyos y un tercer vigilante fuera de servicio en ese momento que, “Los vigilantes sois como las putas, vais al que mejor os paga”. Ciertamente pude observar como esa frase desafortunada iba a juego con el aspecto que ofrecía quien la regalaba en ese momento. Aspectos desagradables elevados al máximo exponente. Lamentablemente en la delegación de esa empresa de seguridad hay otro inspector de servicios que maneja una escuela similar de autoritarismo y totalitarismo. No son pocas las empresas que cuentan con mandos, así como también mandos intermedios, que tienen el convencimiento de que sus subordinados funcionan mejor a base de gritos y prepotencia.

¿Cómo motivar al vigilante de seguridad?

Salario adecuado a su categoría profesional, añadiendo pluses económicos extra que el lugar de trabajo donde se encuentre, requiera por su naturaleza.

Reconocimiento a sus conocimientos, respeto y dignificación profesional. Estabilidad laboral.

Formar adecuadamente al vigilante de seguridad, es una de las mejores inversiones que la empresa puede hacer.

Un vigilante de seguridad que se siente reconocido y valorado por la empresa que le tiene contratado, es una persona que se convierte en un valor y un activo para la empresa, sintiéndose parte de la misma y posiblemente no sentirá la necesidad de cambiar de empresa, dará y ofrecerá estabilidad, notándose la misma en el servicio donde preste sus actividades profesionales, que a su vez, se traslada en buena imagen corporativa. Todo es una cadena, donde cada eslabón, importa.

Una buena y correcta comunicación vertical y horizontal en la escala jerárquica es fundamental en una empresa que se precie y pretenda ser líder en el sector de la seguridad privada. No hay que despreciar al vigilante de seguridad, no olvidemos que siempre decimos y escuchamos decir que el vigilante de seguridad es la imagen de la empresa prestadora de servicios de seguridad privada, ya que es la referencia primera que tiene el cliente que contrata dichos servicios de seguridad y el usuario que visita las instalaciones del cliente. Igualmente, no es la primera vez que sabemos que un responsable de la empresa cliente, de la misma manera que nos pide cambiar a un vigilante, también nos pide mantener al que le interesa. También se ha dado y se da, hace poco conocí un nuevo caso, de una empresa cliente cancelar el contrato con una empresa de seguridad privada y decirle a la entrante que le mantuviera al mismo vigilante en el servicio, pese a que el convenio colectivo de las empresas de seguridad privada contempla el derecho del vigilante a la subrogación siempre que reúna los requisitos establecidos para la misma.

Un incentivo para mantener en la empresa prestadora de servicios de seguridad a los buenos profesionales, vigilantes de seguridad, son los planes de previsión social. Estos incrementan la fidelidad y crean un nexo de unión entre las partes.

Para terminar con este segundo artículo dedicado a la figura del mando intermedio, desearía poder ofrecer los siguientes apuntes.

Las cuatro preguntas clave en reuniones eficaces.

¿Cuál es el problema?
¿Cuáles son las causas del problema?
¿Cuáles son las posibles soluciones?
¿Cuál es la mejor solución?

Las diez reglas de oro del debate.

No nos levantemos
Escuchemos atentamente
Preguntemos razones
No interrumpamos
Evitemos generalizaciones
Seamos breves
No gritemos, conversemos
Ofrezcamos una solución cada vez
Respaldemos con evidencias
Vayamos al grano

Raúl Barberán
Formador en Seguridad Privada
Director de Seguridad y Jefe de Seguridad

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